sábado, 3 de noviembre de 2007

XV. El Diablo



Después de la muerte, su destino eran las llamas infernales. Despertó su alma en la caverna con el retumbar de unos pasos. Estaba desnudo y atado con una cuerda por el cuello. Recordó su antiguo pacto: el cambio de su alma por el amor de Lady Ana Gold. De ente las sombras apareció El Gran Cornudo.
–Te di lo que me pediste –la caverna se llenó de su bramido–, reclamo lo que tú me prometiste.
Con sus garras tomó la cuerda y la arrojó en una fosa ardiente. Al golpearse entre rocas, alzó doloroso la vista y en una hoguera se retorcía su amada.
–Perdóname Ana– gritó arrepentido.
–Perdóname tú– se lamentó ella–. Cambié mi alma por tu amor
.

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